El precio de lo fútil.

           Como en un tic automático sus labios insinuaron por un segundo una sonrisa de satisfacción, casi franca, instintiva, con un dejo delgado a la rutina, al ver como los corazones de la aplicación le llenaban el saco interno de egolatría, a cada hora; en cada momento el número era un narcótico, algo vivificante.
    No importaba la playa, ni ese sol que tostó su delicada piel veranos anteriores, ni el ritmo majadero de los efervescentes eventos electrónicos, que antes la llamaban a sumergirse en trances algo temerarios; ahora podía disfrutar de eso más tarde, porque más interesante era ser el centro del universo, ella misma. Pudiendo llegar más lejos y demostrar, cual pavo real, que lo interesante sucedía ahí, en la construcción de su propia vida en una pantalla, en una eterna y sutil manera de cotejarse con otros e indagar entre sonrisas, paisajes, maquillajes, juego de sombras, comida y todo tipo de superficialidades y estandarizaciones estilísticas dignas de lo endeble, frágiles, duraderas hasta el primer mal negocio, o hasta la primera arruga facial, pero que por fuerza deberían quedar plasmadas en el universo de lo muerto, el pasado.

    La competencia era feroz, día a día alguien flasheaba un viaje cada vez más exhibicionista, eufórico, emotivo. Ella no se quedaba atrás, y si era necesario la foto se hacía de cabeza. Si no había quien diera un like podría convertirse en un absoluto fracaso; pero era un revés impreciso, sobretodo si insinuabas que el final de tu inocencia estaba colgada en la foto doscientos treinta y seis, y que luego la mil trescientos cincuenta ya la tomabas con un desparpajo o desfachatez de arrogancia y lujo desmesurado, a modo de no maquinarla tan simpática a la vista de tus contrincantes…así el calambre facial de éstas, por exhibir sonrisas fingidas y desleales, llevó a muchas a subordinarse al éxito de la frívola más radiante; Ella.
Un verano cualquiera.
Un día mientras movía el dedo seleccionando las mejores fotos del último viaje, a ese lugar exótico y envidiable, al cual no llegaría ninguna de las arpías, pudo advertir que en muchas, a lo lejos, se repetía un mismo patrón de luminiscencia algo viral…no le dio importancia hasta que esa pequeña luz, en fotos posteriores iba tomando forma. Pero no podía ser más que una coincidencia. Misma semana. Misma isla. Mismos turistas.
Las fotos fueron una victoria. Incluso algunas dejaron de seguirla en la red. Eran demasiado inalcanzables. En ese sentido, sin mayor motivo y sin carta de despedida, coincidió con el crematorio de una de sus seguidoras, esa misma semana, después de que sus padres la encontraran desangrada en la piscina, un normal y clásico acto suicida por atención y frustración mal canalizada…en fin, como explicaba…la última foto que vio la víctima, según las investigaciones, era la de su modelo de vanguardia fetiche, su amiga de red. Lamentable. Aunque finalmente un sutil pero completo éxito desde el punto de vista de un influencer.

Lo escribiré en mi diario. No me gusta.

Ultimamente, en la ciudad, en la foto del cine, se veía el mismo patrón, ahora sombrío. Debió ser uno de los lentes. Pero ya era molesto.

“Ayer, mientras le sacaba una al perro en la plaza, desde la noventa y siete, sí, donde le puse el cartel de que soy una verdadera mamá, leona, doglover y mal, aparece el mismo turista, con la misma ropa que en mis fotos anteriores…es que no lo puedo creer, es demasiada la coincidencia….o somos almas gemelas o mi espíritu lleno de bondad llama a esta persona a mi puerta…tonterías”

“Día 5. En mi tienda con mis chocolates favoritos…en el reflejo de la vitrina está el mismo tipo…estoy segura que no estaba ahí antes…No me gusta. Y la publiqué en mi red, por si una de Ustedes entiende esto…parece que se viste con fotos del 1800”.

“Día 8. Falleció mi abuela de un extraño síndrome, o virus, o no se, dicen que era hanta. Venía llegando del sudeste asíatico, la pasó increíble. Pobrecita, deliró incluso horas después de morir, me dio la impresión…miedito…jaja veo muchas pelis de terror. Publiqué la foto de su bello funeral y ahí ¿alguien la identifica? esa mujer del velo negro.”

“Día 9. Cansada…ésta foto peinándome…”
Un grito de pavor detuvo el tiempo en el departamento. La nana fue en su ayuda, que dormía placidamente al otro lado. El horror le había provocado tercianas y convulsiones neuróticas, estaba tendida en el piso anquilosada de terror, mientras su empleada intentaba calmarla, no sabía qué le había sucedido. “-¡La foto de mierda!- ”, exclamó, “mírala Anita, mírala”…Ana levantó el teléfono y en la foto, en pleno dormitorio, tras el espejo estaba nítida, nauseabunda, la imagen de un cadáver pútrido que intentaba no se, atraparla, o hacerse de fama en las redes.

Ya no cabía sospecha, ella sabía que esas sombras, esas señales tenían que ver con esto…no quiso mostrarle a nadie más lo sucedido…tampoco le creerían, menos con un teléfono que ya no encendía. Y que ni quería, ni podía, encender.

La liberación.

Hacía meses que dormía con Anita en la pieza, incluso le pedía ayuda en el espejo, para peinarse. El informe psiquiátrico le había prohibido seguir exponiéndose a las redes, al menos por un año. Pero ese día a Anita se le quedó el celular en la mesa del espejo, y mientras no estaba, la futilidad se apoderó de su rostro, esbozó la mejor sonrisa, “ya es hora de que se alimenten de mi otra vez en la red”, pensó. Y dio click en el flash.

Anita antes de acudir a la pieza sólo escuchó el ruido de una sombra rasante de aire oscuro. Sin alcanzar a entrar e intuyendo que algo no muy bueno podría haber sucedido, al seguir avanzando por el pasillo miró que desde el piso de la puerta del dormitorio de su jefa corría un espeso canal de sangre, aún oscura; al entrar de golpe su sentido de autoprotección sólo consiguió mirar el suelo… mientras la imagen del espejo reflejaba el cuello cercenado, un perfecto círculo rojo, un corte perfecto del que brotaban borbotones de sangre al ritmo del corazón de la joven…

…Mientras Ana caía desmayada…

…La cabeza seguía en el parquet, sonriendo y haciendo muecas, alegre, desorbitada, frívola, sin pensamientos, irracional, festiva, bromista, como si aún tuviera consciencia de los movimientos ridículos e involuntarios que originaban los espasmos de la última imagen y del corte; todo ésto ante la cámara que continuaba grabando, en vivo, para todos sus fans…sin duda la mejor.




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